Por Manuel Borrego Rodríguez
Secretario General del PSOE en la provincia de Badajoz
Han pasado dos años desde que María Guardiola asumió la presidencia de la Junta de Extremadura. Dos años que, en lugar de marcar un cambio de rumbo o un despegue, se han traducido en parálisis, retroceso y pérdida de oportunidades para nuestra tierra. Lo que ella prometía: una nueva etapa para el desarrollo de la región, ha terminado convirtiéndose en un periodo marcado por la inacción, el deterioro de los servicios públicos y la incapacidad de gestión.
Y no se trata de una crítica política sin fundamento. Lo dicen los datos.
Extremadura es hoy la única comunidad autónoma donde ha subido el paro, mientras el desempleo baja en el conjunto del país (EPA, segundo trimestre 2025). El número de empresas ha descendido. El turismo ha caído un 4,2 %, frente a los récords nacionales (INE). La región también ha perdido autónomos, algo que no ocurre en ningún otro territorio. El paro juvenil supera el 30 %, y no hay ni una sola política autonómica específica para jóvenes.
Extremadura, en estos dos años, no ha captado grandes inversiones industriales, mientras otras comunidades sí han aprovechado la reindustrialización verde para atraer fábricas de baterías, renovables o nuevas tecnologías. Aquí, ni una sola empresa transformadora de peso se ha instalado desde 2023. Y proyectos estratégicos siguen paralizados sin ninguna explicación clara. No hay una hoja de ruta.
Pero detrás de estos indicadores hay vidas concretas. Personas que ven cómo se les cierran puertas cada día. Jóvenes que no pueden emanciparse. Mayores que esperan meses para una cita médica. Pymes que cierran por falta de apoyo.
Una gestión sin pulso
La gestión de fondos europeos ha sido desastrosa. La Junta prevé devolver casi 300 millones de euros, destinados a empleo, desarrollo rural e infraestructuras. No se perdieron por Europa. Se perdieron por falta de planificación, por no tener equipos, por no tener proyecto. Mientras tanto, la deuda pública ha crecido en 230 millones, alcanzando un récord histórico de 5.552 millones de euros.
En sanidad, las consecuencias están a la vista. Las reclamaciones ciudadanas han aumentado un 35 %. Las listas de espera se han disparado. Y los recursos públicos se desvían cada vez más a clínicas privadas. En lugar de reforzar hospitales comarcales y centros de salud, se externaliza. Se precariza. Se colapsa.
En educación, las desigualdades entre el mundo rural y urbano se agravan. Faltan profesores de apoyo, orientadores, transporte escolar en FP y Bachillerato para alumnos de zonas rurales. Se están cerrando unidades educativas en pueblos sin ofrecer alternativas.
En servicios sociales, las residencias públicas se deterioran, mientras se favorece con recursos a las privadas. Se está creando una brecha de dignidad entre mayores según su capacidad económica. Y en el terreno de la juventud, el retroceso es indignante: la Junta ha renunciado a 200 millones del Plan Estatal de Vivienda, impidiendo el acceso a ayudas al alquiler o a promociones públicas. Más del 60 % de los jóvenes titulados extremeños están marchándose por falta de empleo, vivienda y oportunidades.
En el campo, la situación no mejora. No hay estrategia para la agricultura del siglo XXI, ni plan de relevo generacional, ni apoyo a la innovación. Las políticas de desarrollo rural se han vaciado. No solo no se ha avanzado: se ha destrozado el proyecto para el regadío de Tierra de Barros.
Mientras tanto, los ayuntamientos —que sostenemos servicios esenciales— sufrimos retrasos intolerables en los pagos procedentes de la Junta de Extremadura. Subvenciones aprobadas llegan tarde o no llegan. Y sin ese apoyo, la calidad de vida en nuestros pueblos se resiente. Se abandonan las pequeñas infraestructuras, se debilita la cultura, el deporte, los programas de igualdad.
El municipalismo ha sido ignorado. No hay diálogo real con los alcaldes. La cooperación con las diputaciones ha sido relegada. Y se han recortado un 30 % las ayudas a municipios pequeños, los que más apoyo necesitan.
Y a todo esto, se suma una decisión política de fondo: una bajada de impuestos que ha beneficiado únicamente a las rentas más altas, mientras se desmantelan servicios para la mayoría. Esa es la ecuación.
Extremadura merece más
Nuestra tierra no está condenada. Tiene talento, recursos, gente trabajadora y comprometida. Pero necesita un gobierno que crea en ella, que gestione con justicia y que actúe con visión de futuro. No uno que se esconda detrás de titulares mientras la realidad se desmorona.
Desde el PSOE no vamos a quedarnos callados. Vamos a defender a esta tierra, a su gente y a su futuro. No podemos permitir que otros dos años de abandono hipotequen a toda una generación. Extremadura no despega no por falta de capacidad, sino porque la están frenando desde dentro.
Frente a la resignación, compromiso.
Frente al olvido, presencia.
Frente a la propaganda, la verdad.